Dentro de la escala de valores sociales, sitúo en segundo lugar y posterior al respeto a Dios, un valor que me fue inculcado en mi niñez y que la vida me ha enseñado su importancia para los efectos de una sana convivencia social y para una armoniosa relación familiar, y es el relativo al respeto que toda mujer merece y que ocupa la línea de reflexiones de esta publicación.